domingo, 20 de diciembre de 2009

De la Renovación de cédula, la libertad personal y los absurdos legales.

Poco entiendo yo de vacíos jurídicos en las normas en que nuestros legisladores gastan sus tan escasas neuronas, pero de arepa creo haber encontrado uno.
Pertenezco a ese inflado e indeterminado número (unos dicen que 900.000, otros que dos millones) de colombianos que dejaron (dejamos) para última hora la molesta, fastidiosa y aburrida vuelta de renovar la cédula. Estoy de acuerdo con el comediante Gonzalo Valderrama en que el signo inefable del infierno es una fila, de manera que les huyo como al mismísimo Satanás.
Así que hasta hoy, día cuarto de la novena de aguinaldos, y de tanto escuchar en coro el estribillo:
“Desdichado de aquel que no acuda, Con la fe que le debe animar”
acudí a la tan mencionada cita con la ciudadanía colombiana del siglo XXI. Consciente de mi moratoria en el plazo para el trámite, sintiéndome mal ciudadano por no acudir a tiempo a la convocatoria oficial, hice la fila sin quejarme, me guardé en el bolsillo el vasito desechable de la aromática, y hasta tuve que aguantar una quejumbrosa mujer guajira detrás mío que no se calló un solo minuto de las largas tres horas de martirio para mi variz. Había de todo allí, incluso el que la renovó en Marzo de 2007, comprobante fechado en mano, y estaba de nuevo en la fila por que su documento nunca llegó. En fin.
Pero ya en la entrada de la registraduría un afiche promocional de la campaña de renovación de cédulas me hizo pensar al respecto. Además de las caras de dos cedulahabientes, bonitos y sonrientes, hombre y mujer, decía: Plazo hasta el 31 de Diciembre. Ajá, así que en medio de todo no era tan mal ciudadano, estaba acudiendo dentro del plazo establecido, eso sí haciendo uso de mi libertad para ir el último día o el primero, pero al fin dentro del plazo establecido.
Así que no es lógico -jurídicamente digo yo- que el día primero de enero esté yo indocumentado por que el Estado no me ha entregado un documento que yo renové oportunamente, es decir, antes del vencimiento del plazo. Al fin y al cabo, otro articulito absurdo en las leyes 757 de 2002 y 999 de 2005, a los cuales ya nos están acostumbrando.
Así que lo que en ese sentido es lógico, o al menos racional, es que la vieja cédula perdiera validez cuatro meses después de vencido el plazo del trámite de la renovación, que es el tiempo que se toma la registraduría para entregar las cédulas a los últimos ciudadanos en acudir oportunamente al son de la campana. Estoy seguro que el próximo 31 de diciembre las filas estarán muy largas en las registradurías, y algunos irán con calzones amarillos, otros con el estrene y algunos más se ahorrarán la vuelta a la manzana con la maleta en la mano a media noche, pues la habrán hecho temprano en medio del tedio y la convivencia forzada a que obliga una larga fila. Y esos ciudadanos del último día, tanto como yo que apenas les saqué 12 de ventaja, encontraremos injusto que un día después veamos perdidos algunos de nuestros derechos ciudadanos por el detalle insignificante de no tener en la billetera el pedazo de plástico que nos acredita como tales.
Sólo una tabla de salvación se vislumbra en el horizonte. Y es que la campaña política apenas empieza y con elecciones a la vista de seguro se harán todos los esfuerzos legislativos, logísticos, técnicos y financieros para que todos podamos ejercer el derecho en que más interés tiene la clase política, y con el que jugamos el macabro juego de la democracia: El voto.
Si se llega a tener que legislar a propósito, veremos las más bajas tasas de ausentismo en el sagrado salón elíptico, desde el que se mantiene el orden establecido y se evitan las mociones de censura más merecidas que hayamos podido imaginar.
Y quien quita que hasta la registraduría apure tanto el paso que se haga realidad lo dicho por San Mateo en el Versículo 16 del capítulo 20 de su evangelio: “Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos". Ya lo veremos.

1 comentario:

Maqroll dijo...

Candoroso me parece el periodo que sugiere necesario para mantener la vieja cédula de ciudadanía entre sus documentos. No lo digo por alguna forma de nostalgia documental, lo digo porque mi cédula, la nueva, con la que presumo por las calles de mi pueblo, tuvo un periodo de gestación solo comparable con el de la ballena gris.
El caso es que luego de 18 meses de tramite tengo por fin la cédula y el pelado de la foto ya no se parece a quien fue a recibir el documento... el tiempo pasa, mas implacable que la ley.