viernes, 7 de octubre de 2016

Yo también fui uribista


Pocas veces lo he reconocido y tal vez nunca lo había hecho público, pero a mí también me contagió en 2002 la fiebre por el candidato que en aquel momento salió en portada de Semana con uniforme de Superman. Y voté por él. Lo que me llevó a esa decisión fue su promesa de acabar con las FARC, como es de suponerse, por la vía militar. En otras palabras, me convenció más la mano firme que el corazón grande de su eslogan de campaña. ¿Cómo no dejarse seducir políticamente por el "trabajar, trabajar y trabajar", así como por la oratoria ciceroniana del grandilocuente Fernando Londoño?
Además, parecía que por fin un presidente iba a acabar con un conflicto tan largo, tan degradado, como el que en ese momento rondaba los 40 años. Pero el uribismo me duró tres meses, a lo sumo. Aún recuerdo estar viendo sentado frente al televisor los tempraneros consejos comunales en Valledupar, Arauca y San Andrés, y eso bastó para que su populismo barato me empalagara como el más dulce de los postres. Recuerdo además que en Arauca dijo que esa región era la que más plata recibía por regalías y que era una vergüenza para la región que no se viera su desarrollo. ¡Qué él la convertiría en un ejemplo de desarrollo y progreso para el mundo entero! Y también recuerdo que en San Andrés dijo que nombraría a un gerente de la isla en Bogotá. Hoy ni Arauca es tal ni los problemas de la isla se han solucionado. Por Juan Manuel Santos, en cambio, jamás he votado, y jamás habría imaginado que una vez puesto en la presidencia como sucesor de Uribe, fuera capaz de llevar a su fin el conflicto armado con las FARC, y mucho menos por la vía de la negociación. Él, que fue protagonista de las más importantes bajas en esa guerrilla, y que fue ministro de defensa de Uribe, ¡Quién diría! Hoy celebro la paz, aplaudo el fin del conflicto, encomio el Nobel de Paz otorgado al Presidente Santos. Sin embargo, haber votado en 2002 por Uribe no me hace hoy uribista, así como estar con la paz no me hace santista. Al pan, pan y al vino, vino.