lunes, 30 de marzo de 2015

El caso de Andreas Lubitz: un mal precedente.

El caso de Andreas Lubitz, el copiloto que recientemente estrelló un avión con 150 pasajeros en los Alpes franceses, no puede ser considerado un caso aislado. Pues, me refiero a que si bien los casos en que un piloto suicida arrastra consigo a toda la tripulación y los pasajeros son más bien extraños, el “accidente” reciente de Germanwings constituye un precedente de mal pronóstico. No lo sería si las estadísticas de depresión y otras enfermedades mentales no fueran las que son, pero aunque queramos tapar el sol con un dedo, la realidad es la que es: Según la OMS cerca del 5% de la población mundial padece depresión; y aunque se trata de casos diagnosticados, y todos sabemos que en el caso de las enfermedades mentales el sub-registro es abrumador. Eso significa que fácilmente la cifra podría ser del doble, es decir de un 10%. No estamos contando aquí, por supuesto, las demás enfermedades mentales graves, como la esquizofrenia y otros trastornos esquizoides, que sin dura aumentarían la cifra. Pero no es esa baraja ampliada de trastornos mentales lo que hace que el caso de Andreas Lubitz sea un mal precedente. Lo que realmente debe preocupar, al margen de las patologías individuales, es aquella patología social que hemos creado en torno a la fama. Sin este ingrediente clave, el coctel no sería tan peligroso. No es la primera vez que detrás del escenario de un múltiple crimen perpetrado por una sola persona está el deseo intrínseco de pasar a la posteridad, de salir en todos los diarios y noticieros, en una sola palabra, de saltar a la fama. “Un día haré algo que cambiará el sistema” decía Lubitz, mientras otros han dicho, “un día todos van a saber de mí” o cualquier otra forma parecida no solo de anunciar una tragedia sino de llamar la misma realidad: el deseo simple de dejar de ser anónimo. Hoy, que las noticias se viralizan en minutos y que tiene un alcance global explosivo, el deseo es aún más tentador. Lo grave de Lubitz, entonces, es que se puso a dar ideas.

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